El cuerpo solo uno, el alma... muchas, divagando, recorriendo el mundo atraída hacia los faros en la noche, llevada por las corrientes frías de aire hacia el mar, descansando en los panteones a veces escuchando tímidos murmullos de aquellos a los que ya nadie oye, desvaneciéndose en los amaneceres, y regresando de nuevo al cuerpo, solo uno, un solo cuerpo.

sábado, 1 de junio de 2013



Experiencia extracorpórea En la tétrica Catedral

O algo parecido, que viene nuevamente a mi recuerdo por una pregunta que me hicieron (en una redcilla social de esas sin trascendencia, pero en que uno se inscribe para ligar de fin de semana, cosa nunca acontece) dice: "¿Cuándo sentiste mayor vergüenza en público?" siendo optimistas, la pregunta la copió y la pegó alguna persona, chico o chica, esperando obtener algún dato vergonzoso, o ni siquiera eso, sino por cumplir. siendo realista, la hace el sistema automáticamente suplantando algún nombre. mi respuesta en cambio toma otro matiz:

Cuando era niño, En la catequesis (si, estuve ahí, por una casi que imposición social, como la mayoría de personas de este hemisferio del mundo y sobretodo en ese tiempo donde no había tal revolución de ortodoxos y fanáticos protestantes), una monja, a la que todos le tenían miedo, que en varias ocasiones pellizcaba, halaba niños de las orejas, y golpeaba con su sombrilla o cualquier otro objeto. De voz tosca y con seseo español,  pelo corto, mirada fría, que usaba un suéter de lana (de esos con rombos) falda negra y zapatos negros bajos, estaba hablando a todos los asistentes, desde el altar de la iglesia. Así era siempre al finalizar cada reunión, todos los grupos pequeños se reunían en la iglesia en un, que se yo, culto al temor y el azufre que esta mujer destilaba.


Yo, sentado en la fila de en medio, mas bien en la parte trasera, en una de esas sillas anchas de madera donde cabían como 10 YO mas, me encontraba recochando (no demasiado, yo era un niño muy apacible  quieto y en ocasiones inexpresivo) con quienes estaban al lado mío. De repente oigo como ella se enoja sobremanera, señala hacia donde yo estaba. y dice algo como "Usted, que está hablando, venga, párese aquí al frente". Me sentí observado por todos, una iglesia enorme, había muchísimos niños y asistentes (o como se llamen los que coordinaban los grupos mas pequeños, que a propósito también le tenían mucho temor), veía como su dedo señalante, a mas de 20 metros, se acercaba casi hasta tocarme la punta de la nariz. me vi palidecer y casi desmayar, todo estaba en silencio, en medio de el túnel de cabezas de personas y ojos curiosos y asustados, ella dice "Él ya sabe quién es, venga, acá al frente" a lo lejos sonaba su eco, yo en mis adentros "Soy yo?, no no creo, pero ella me señala?" ... los segundos pasaban despaciosos y tensos, ella seguía mirando y permaneció en silencio como por mil años luz. luego dejo pasar el bache y prosiguió. (Justificando la respuesta, lo califico como una terrible mezcla de pavor y vergüenza pública, de las mas grandes que recuerdo). Como al día siguiente me regresó el alma al cuerpo, y ya empezaba a prepararme para el próximo sábado que tenía que regresar a la tétrica Catedral.

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